19 Oct 2014, 13:47
El despacho de El Sur estaba situado en el último piso de la torre más alta del palacio presidencial. Sus oficinas ocupaban toda la planta y unas enormes cristaleras le servían de privilegiado mirador. Desde su mesa, El Sur podía contemplar unas preciosas vistas de su capital y de los territorios aledaños. Desde allí, observaba a menudo los trabajos en las minas de hierro del Norte, los elefantes pastando al sur o los preciosos campos de maíz del oeste. Sin embargo, hoy, El Sur no miraba por los ventanales. El máximo mandatario Jemer tenía la mirada perdida, absorto en sus pensamientos y consumido por sus preocupaciones. Esperando la fatal noticia, el caudillo pasaba las horas lamentándose de los errores pasado, así como de su mala suerte.
A media mañana, su jefe de gabinete, Lio-Ma-Garri, entró en su despacho.
- ¿Ya? - Preguntó El Sur
- Sí, señor- Respondió Lio con el rostro desencajado.
- ¿Quien ha sido por fin? ¿Boa, Elizabeth o Ramses?
- Señor, ha sido Magno.
- ¿Magno? - La cara de incredulidad de El sur se acentuó.
- Sí, señor. No es de extrañar. Ya sabemos que el Alemán es un carroñero.
- Bueno, al menos le habrá dado una muerte rápida. Ni celtas ni ingleses le habrían concedido esa suerte.
Entonces, El Sur lloró. Ma-Garri nunca supo si el sentimiento que hizo llorar a su jefe fue la pena o la culpa.